miércoles, 9 de marzo de 2011

Con vida

- Si ella se salva, vuelvo a creer en Dios - le dijo G. en el hospital a su mamá.

A los pocos días abrí los ojos una vez más a la vida. El último recuerdo que conservo previo a la aneurisma que tuve es un correo electrónico que envié a un compañero de trabajo. Luego dicen que me desmayé y no desperté. Me llevaron al hospital y estuve dormida por casi 2 meses.

Sólo sé resumir esos días diciendo que toda mi familia rezó por mí, mis amigos más queridos, mis compañeros de trabajo, y hasta gente que no conozco o nunca imaginé se unieron a esos rezos. También tengo recuerdos vagos de sueños y voces.

Recuerdo una mañana en el hospital que me toqué la cabeza y descubrí que tenía puntos. Pregunté a mi hermana qué me había pasado; ella me habló de la delicada operación a la que fui sometida, pero no me habló del paro cardiaco ni de la diálisis a la que me sometieron. Estuve a punto de morir, hasta que desperté a una nueva oportunidad de vida.

Una vez que desperté, los ojos se me habrían cada vez más a medida que me iban contando las historias de todo lo que había pasado. Es difícil creer que estuviste tan cerca de morir y que aún así, sigues viva.

Sobrevivir al hospital es una aventura aparte, pero prefiero no recordarlo.

Quiero creer que si me quedé es porque tengo una misión especial, me da un poco de miedo descubrir cuál es.

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