jueves, 24 de septiembre de 2009

Sánchez

Por algún motivo el fragmento a continuación me hace pensar en él, sólo en él, no en mí, no en los dos, no en lo que pudimos ser, sólo en él. De algún modo, todos tenemos o hemos sido una Manuela Sánchez alguna vez. No tengo más que decir.

“(…) eran las tres menos cuarto cuando se despertó empapado de sudor, estremecido por la certidumbre de que alguien lo había mirado mientras dormía, alguien que había tenido la virtud de meterse sin quitar las aldabas, quien vive, preguntó, no era nadie, cerró los ojos, volvió a sentir que lo miraban, abrió los ojos para ver, asustado, y entonces vio, carajo, era Manuela Sánchez que andaba por el cuarto sin quitar los cerrojos porque entraba y salía según su voluntad atravesando las paredes, Manuela Sánchez de mi mala hora con el vestido de muselina y la brasa de la rosa en la mano y el olor natural de regaliz de su respiración, dime que no es verdad este delirio, decía, dime que no eres tú, dime que este vahído de muerte no es el marasmo de regaliz de tu respiración, pero era ella, era su rosa, era su aliento cálido que perfumaba el clima del dormitorio como un bajo obstinado, con más dominio y más antigüedad que el resuello del mar, Manuela Sánchez de mi desastre que no estabas escrita en la palma de mi mano ni en el asiento de mi café, ni siquiera en las aguas de mi muerte de los lebrillos, no te gastes mi aire de respirar, mi sueño de dormir, el ámbito de la oscuridad de este cuarto donde nunca había entrado ni había de entrar una mujer, apágame esa rosa, gemía, mientras gateaba en busca de la llave de la luz y encontraba a Manuela Sánchez de mi locura en lugar de la luz, carajo, por qué te tengo que encontrar si no te me has perdido (…)”.


Tomado de "El otoño del patriarca" de Gabriel García Márquez.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Salvemos la feria


Desde que estoy en Lima, hay dos acontecimientos en el año que simplemente me encantan y no me puedo perder.

El primero es la Feria Internacional del Libro que se hace a medio año. Es un evento en grande, en enorme, que simplemente no me pasa por la cabeza dejar pasar. Adoro perderme en los interminables stands de libros y libros, llenos de colores y datos, historias, fotos e información.

El segundo, es la feria del libro Ricardo Palma, que cada diciembre se realiza en el parque Kennedy de Miraflores. O mejor dicho, se realizaba.

La Cámara Peruana del Libro informó que el municipio miraflorino "negó el permiso a los organizadores de la más antigua feria del libro en el Perú", y se los negó "por cuestiones de orden urbanístico y ambiental". Plop.

Pero además, los iluminadísimos propusieron que la feria se haga en un ambiente cerrado en la Avenida del Ejército. Doble plop.

El encanto de la Feria de Ricardo Palma, al menos para mí, es precisamente su ubicación. La hace más acogedora, más familiar, más al alcance de todos, porque está allí: Al pie de la iglesia, en medio del parque. Si vas de día, puedes sentir el sol en la piel; si vas de noche, puedes ver las estrellas (porque es en verano, y ocurre que en verano se pueden contar algunas estrellas en el siempre gris cielo limeño).

Siempre ha sido allí, y no recuerdo haber visto durante esos días algún caos o desorden en el tráfico que no sea el habitual en la zona. El orden urbanístico y ambiental me suenan a pretexto, pues la feria no trae ni tráfico ni contaminación. En verdad no entiendo por qué al señor Masías y su séquito se les ha ocurrido mover la feria de su lugar.

Ahora... ¿quién podrá ayudarnos?

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Ardillazos

Siempre pensé que las ardillas eran sólo unos bichos simpáticos, que veía - como una especie de acróbatas equilibristas - cruzar a toda velocidad por los cables de la luz que pasan frente a mi ventana en la oficina. Jamás pensé que fueran una amenaza, hasta ayer...

- Mañana llega mi mamá, ¿cuál era el número del taxi que fue al aeropuerto la otra vez? La pucha, dejé la computadora prendida. Seguro Luis la apaga, ojalá. Mañana hay que llamar al tipo de prensa, la agenda la agenda, toda la vida lo mismo. ¿Con quién hay que hablar en ese lugar para que nos incluyan en su agenda? ¿Habrán pagado? Mañana paso al banco. Hay que pagar el alquiler y el seguro médico. La cuota de la tarjeta de crédito... ¡Mierda! ¡¿qué fue eso?!

Iba caminando por San Isidro, pensando en mil cosas a la vez, de pronto un bulto pequeño - como un zapato - cayó a peso muerto, a escasos 5 pasos de mis pies.

- ¡Mierda! ¡Qué susto, por Dios!, ¿qué fue eso? - me pregunté con el corazón latiendo a mil, esperando alguna respuesta del bulto con cola larga y peluda que acababa de caer de un árbol.

Aún tenía el corazón acelerado cuando una ardilla atontada se sacudía a 5 pasos de distancia y corría a toda velocidad para subir de nuevo al árbol del que acababa de caer.

- Caen ardillas de los árboles, las ardillas se caen de los árboles. Cinco pasos más apurada y la ardilla me caía encima. Las ardillas caen de los árboles. Mejor voy por la vereda de enfrente; sin árboles no hay ardillas.

En verdad ¿a quién se le va a ocurrir que una ardilla te puede caer encima? Una ya camina lo suficientemente estresada por las calles limeñas, atenta a si te siguen, atenta al cruzar la pista, atenta al semáforo, a la gente, a los huecos en la vereda, a los chicos que corren, a los autos, a los perros, a todo. Ahora tengo una más en mi lista: atenta a los árboles con ardillas.

¿Qué tan común puede ser que una ardilla te caiga desde un árbol? ¿Qué más te puede caer de un árbol? Claro, ya sé. Un pájaro te puede regalar con algo, pero no es lo mismo, el pájaro te embarra no te cae encima. Como sea. De ahora en adelante ¡OJO con las ardillas!