lunes, 31 de agosto de 2009

Café de viernes por la noche

Muchas cosas marcaron la semana pasada. Sin embargo una llamada y un café la noche del viernes fueron suficientes para despejar las ideas y pensamientos, que se mezclaban en mi cabeza con una agilidad envidiable.

Los dimes y diretes de la Unasur fueron parte de la conversación en la mesa más escondida de un café chiquitito en Miraflores. La suerte de guerra fría que vive América Latina - entre carreras armamentistas y crisis diplomáticas - y claro, la salida al mar boliviana y el supuesto "pacto bajo la mesa" del que habla García. Aunque a mi modesto entender, García no dijo nada que ninguno no haya supuesto antes. Los constantes ataques de Evo y su oposición a la demanda en La Haya - que según dice frustra sus posibilidades de salir al mar - lo hacían evidente.

Pero claro, hubo otros temas: Un atentado narcosenderista que terminó con la vida de dos valerosos soldados, esta vez en Junín, y que una vez más, llevó a los brillantes desentendidos políticos peruanos a descargar su artillería contra presidentes y ministros. El médico de Michael Jackson y la fotogénica ardilla que recorre Internet también llegaron a nuestra mesa.

Poco a poco la conversación se fue centrando en nosotros dos. Los viajes pendientes, historias de vida y vidas pasadas, deyavús... (así se escribe?), planes y las penas que nos habían llevado a sentarnos en ese café, que un par de horas antes no estuvo ni en la menor de mis intenciones. Esa tarde llegué de la oficina directo a mi pijama, una caja de tissues, una mala película y los revoltosos pensamientos que no dejaron de dar vueltas en mi cabeza hasta que el timbre del celular, refundido en lo más profundo de mi cartera, rompió el silencio que tenía de fondo el ruido del televisor.

No tuvo que insistir mucho para convencerme de dejar el mal ánimo que me tomó por asalto toda la semana. De pronto estábamos allí, tratando de reir, o sólo riendo. No recuerdo que doliera mucho.

A la mesa del café le siguió un pequeño paseo a pie. Ya no sentía la misma tristeza que me había llevado a cucharear un capuccino y a casi probar unas tostadas con chocolate. Sólo consigo recordar la bulla de la noche barranquina desapareciendo de mi mente mientras nos besábamos al pie de un poste que, con su tenue luz, nos alumbraba tímidamente.

Quiero más cafés como ése.

jueves, 27 de agosto de 2009

Empezando...

Comienzo este blog con la firme intención de hacer catarsis. Vamos a sacar por escrito esas cosas que retumban en la cabeza y - a veces - también en el corazón.

Todo repique estará acá, preguntas, dudas y respuestas. Porque a pesar de los años, nunca se deja del todo de ser nueva en una ciudad tan ajena, como Lima la gris.

No es que no me guste Lima, es solo que no la entiendo y la mayor parte del tiempo, ella no me entiende a mí...

Saludos.